Es internet una herramienta neutra?
La velocidad con la que prende el odio en las redes, es solo uno de los grandes problemas que están arruinando internet, un invento maravilloso que nació con la pretensión de poner el mundo patas arriba, para convertirlo en un espacio más creativo, participativo, igualitario y, en definitiva, mejor.
Internet es una herramienta neutra. De nosotros depende que sea de destrucción o construcción masiva.
De momento, parece que hemos tomado el camino erróneo, al optar por la distracción y la comodidad. Es el miedo al cambio de paradigma. Hay que hacerse nuevas preguntas. Los mapas viejos no valen. Y aún estamos a tiempo. El hombre se bambolea entre trascender y la insignificancia. Debemos decidir qué legado queremos dejar.
Los casos de acoso en la redes, no son un incidente aislado, sino el estatus quo del mundo online. Un estudio del Centro de Investigaciones Pew (Washington, EE UU) publicado en 2014 desveló que el 80% de los sujetos de entre 18 y 24 años habían sido avergonzados en algún momento en la Red, mientras que el 26% de las mujeres de esa edad se habían sentido acosadas en el mismo entorno. Las féminas son un blanco recurrente, hasta el punto de que escritoras feministas como Amanda Hess, de The New York Times, han llegado a declarar que las mujeres ya no son bienvenidas en Internet.
La Universidad de Columbia (EE UU) ha investigado en la personalidad de estos acosadores para señalar tres características comunes: narcisismo, maquiavelismo y psicopatía subclínica (sin síntomas evidentes). Internet no se ha inventado el odio y a sus transmisores, faltaría más. El ser humano odiaba mucho antes de la Red. Pero Internet ha amplificado cada uno de estos mensajes, para convertirse, en el refugio perfecto para “una plaga de troles, pedófilos, acosadores, locos, impostores y gilipollas online”. La causa de este auge podría ocultarse tras un estudio de 2013, realizado por la Universidad de Beihang, en Pekín (China): la emoción que se propaga con mayor rapidez por las redes sociales es la ira, seguida, con mucha distancia, por la alegría. A juicio del profesor de psicología Ryan Martin, de la Universidad de Wisconsin, el odio es viral “porque somos más dados a compartir con desconocidos la indignación que la dicha”.
El anonimato es clave para que prenda la mecha. Olga Jubany, antropóloga e investigadora de la Universidad de Barcelona, que ha coordinado un estudio sobre el discurso de odio en la Red para varias instituciones europeas, afirma que si bien esta ocultación de la identidad ha permitido la complicidad positiva de muchas personas, es también una coraza de otros sujetos para disparar palabras sin responder por ellas. “El discurso de odio es un delito y el perpetrador no debería poder esconderse bajo un seudónimo”, afirma. Y señala uno de los problemas fundamentales con los que se encuentran los fiscales especializados en estos casos: la negativa de las grandes plataformas digitales de aportar los datos de sus usuarios. “Nosotros llevamos a cabo un ensayo, poniendo 100 denuncias en Facebook por mensajes que contenían palabras de odio inequívocas. La compañía respondió en menos de 24 horas, pero de los 100 mensajes racistas solo 9 fueron retirados”. La investigadora lamenta que esa dejación ha permitido que las víctimas del acoso online lo asuman como algo normal.